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La colonización española del continente americano enciende pasiones e interpretaciones diversas. ¿Debería la revisión de este período llevar al reconocimiento de culpa y a la petición de perdón?Para algunos, sigue siendo un hito histórico, la evangelización y la «herencia civilizatoria» del idioma y la cultura. Para otros, la invasión y el saqueo, que dieron forma a las desigualdades y el racismo hoy persistentes en la región.
Ya sea en torno a la postura del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien exige que España pida perdón por los abusos cometidos contra los pueblos indígenas, o alrededor de los derribos de estatuas de Cristóbal Colón, la discusión está tan presente en la política y en la academia, como en la sociedad.
El libro «La invasión de América: una historia de violencia y destrucción», de Antonio Espino, ha vuelto a poner el tema en el tapete. En su investigación, Espino documenta y describe las prácticas especialmente crueles que usaron los españoles para dominar a los indígenas: abusos sexuales, torturas, amputaciones, empalamientos, masacres y asesinatos a cargo de perros de combate que despedazaban los cuerpos.
«En España, la conquista de América se ve como un hito histórico, pero en realidad fue una brutal y sangrienta invasión que debería generar vergüenza», señaló Espina, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, en una entrevista con BBC.
En la vereda opuesta, está la historiadora y escritora superventas española Elvira Roca, quien postula que la conquista no fue particularmente cruel y que no es posible culpar a un estado actual por hechos del pasado. Sus críticos la acusan de promover una campaña de blanqueamiento.
«Me parece un saludable debate abierto», dice a DW Pedro Cayuqueo, periodista y escritor mapuche chileno, sobre las contrapuestas visiones y análisis de este período. «Yo recomiendo leer tanto al historiador español Antonio Espino López, quien en su libro ‘La invasión de América: una historia de violencia y destrucción’ da cuenta de las atrocidades cometidas por los españoles, como a Elvira Roca y su polémico ensayo ‘Imperiofobia y leyenda negra’. Ambas miradas, antagónicas en apariencia, contribuyen sin duda al esclarecimiento de nuestro pasado histórico», asegura el autor de «Historia secreta Mapuche» y «The Wallmapu».
Celebraciones o revisiones
¿Qué avances hay en la forma en que España ve este período de su historia? Cayuqueo considera que «hay avances respecto de 1892, cuando todo el continente celebró la conquista europea en América, el triunfo de la civilización frente a la ‘barbarie’. Y también respecto de 1992, cuando el V Centenario se celebró como el ‘encuentro de dos mundos’. Este último hito marca un viraje interesante en la mirada de muchos historiadores hispanos y americanistas respecto de la conquista de América, una mirada más revisionista y menos sesgada».
En su opinión, insiste, se trata de «un debate abierto, sobre todo hoy, cuando —desde posiciones hispanistas y políticamente conservadoras— se plantea retroceder a la glorificación de la conquista europea, tal como sucedió para el IV Centenario, en 1892. Lo ideal sería avanzar, no retroceder».
«Hace mucho que hay revisiones de la conquista. Ningún historiador serio hoy habla de la heroica conquista con las banderas al viento. Saben que, en América, entraron pequeñas tropas de empresarios conquistadores que pasaron a sangre y fuego a los indígenas. Fue una conquista violenta, como todas. Implicó saqueo y explotaciones. Nadie discute esas tremendas sombras que tiene la conquista. Después, la colonización también tuvo luces y elementos positivos», señala a DW, por su parte, Pablo Pérez-Mallaina, catedrático de historia de América de la Universidad de Sevilla.
«A diferencia de lo que se vio en el mundo anglosajón, los españoles no tuvieron la intención de exterminar a los indígenas, pues los necesitaban para el trabajo, y sí los explotaron económicamente, pero también se mezclaron con ellos, tuvieron hijos y se casaron con indígenas», matiza este historiador español.
Mirar el pasado
Para Pérez-Mallaina, las declaraciones de AMLO exigiendo que España pida perdón son una muestra de «populismo para quitar la vista de los problemas reales que hoy tienen muchos países latinoamericanos». El historiador sostiene que «algunos de los más terribles conquistadores del mundo eran indígenas americanos, como los incas o los propios aztecas, que invadían los territorios vecinos y asesinaban a muchos. Por eso, precisamente los españoles fueron apoyados por los tlaxcaltecas, que odiaban a muerte a los aztecas», subraya.
«Una conquista es siempre brutal, pero tampoco han pedido perdón los vikingos por las masacres», dice Pérez-Mallaina. Como no pocos españoles, estima que esperar ese gesto de España «es impensable y además injusto. En un país democrático uno no es responsable de lo que hace su padre. Menos de algo que pasó hace 500 años y lo más probable es que lo hicieran los antepasados de los latinoamericanos».
Pedro Cayuqueo lo ve de otra manera: «Sería un valioso acto de reparación histórica. España, hasta donde sé, sigue promoviendo en su sistema educativo una imagen imperial maravillosa, herencia de la dictadura franquista. En ese relato histórico, España llevó a América la civilización, la cultura, la lengua, la religión, la tecnología y la libertad, cosa cuando menos curiosa, porque América ya tenía cultura, lengua, religión, tecnología y sistemas de Gobierno de diverso tipo, algunos despóticos y otros profundamente democráticos, antes que el concepto existiera en Europa. Los mapuche, pueblo que derrotó a los españoles en el sur de Chile y cuyo territorio es considerado el cementerio español en América, somos un ejemplo de esto último», sostiene.
El escritor mapuche chileno asegura que «siempre es valioso revisitar la historia, debatir sobre ella, especialmente en sociedades que fueron protagonistas de empresas colonialistas imperiales y a escala global. Y no se trata de juzgar con ojos de hoy lo que sucedió hace quinientos años, se trata de aprender del pasado, sacar lecciones y construir, como sociedades, un mejor futuro. Nuestro único deber con la historia es reescribirla, sentenció Oscar Wilde, y en lo personal así lo creo profundamente». (rml)