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Embargo a Cuba: 60 años, una víctima y un culpable

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Un análisis sin sesgos ideológicos sobre los efectos del embargo norteamericano a la economía y sociedad cubana apunta a un verdadero culpable del desastre económico y social en Cuba: el gobierno “revolucionario”.Sesenta años dura ya el embargo económico y financiero de Estados Unidos a Cuba. Se impuso como respuesta a las primeras restricciones económicas de Fidel Castro en la isla contra propiedades norteamericanas o cubanas con participación de capital norteamericano. Y aunque comenzó tempranamente con la cancelación de la cuota azucarera cubana en el mercado estadounidense en junio de 1959, se oficializó el 7 de febrero de 1962 mediante la Sección 620a de la Ley de Ayuda Extranjera, vigente desde septiembre de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy prohibió totalmente la importación de mercancías de origen cubano. Después, como respuesta a las nacionalizaciones de importantes empresas de Estados Unidos radicadas en Cuba, se fueron sumando otras prohibiciones.

En 1992, la Ley Torricelli codificó las prohibiciones, haciendo extraterritorial el embargo, es decir, fijando sanciones a terceras naciones donde radiquen subsidiarias de empresas estadounidenses y a los barcos que comerciaran con Cuba. La Ley Helms-Burton, de 1996, lo internacionalizó con nuevas medidas financieras, y durante el gobierno de Donald Trump se adoptaron, adicionalmente, otras 243 medidas. Escenario complejo que, sin dudas, obliga a los gobernantes cubanos a operar económica y financieramente en condiciones de excepción. En verdad, ninguna nación en el mundo ha estado seis décadas «bloqueada”.

Embargo o bloqueo: ahí comienza el problema

Igual que muchos se preguntan si todavía es posible científicamente llamar «revolución” al proyecto social impuesto por Fidel Castro a los cubanos en 1959, es controversial la definición de estas sanciones. Por un lado, el gobierno cubano y sus aliados ideológicos insisten en usar el inexacto término «bloqueo”, ya que Cuba puede negociar y negocia actualmente con más de 100 países, incluidos los alimentos, medicinas y equipamientos médicos que compra a Estados Unidos gracias a una excepción humanitaria aprobada por el Senado norteamericano en el año 2000. No es correcto hablar de bloqueo, según las normas internacionales, en tanto un bloqueo consiste en impedir que una demarcación pueda comerciar con el resto del mundo, tomando medidas militares que aseguren la interrupción de todo tipo de relaciones con cualquier otro país. Embargo financiero y económico sería, en la práctica y en la ley, el término adecuado.

Curioso resulta que mientras Cuba estuvo bajo la égida de la URSS, recibiendo anualmente miles de millones de dólares en productos, petróleo y ayudas financieras, el embargo no estuvo en el discurso político de defensa del gobierno de la isla, ni nacional ni internacionalmente. Esa insistencia en culpar al «bloqueo yanqui” del desastre económico y financiero en la isla comenzó justamente cuando se desintegró la Unión Soviética, cayó el campo socialista y Cuba se vio obligada a operar en el mercado mundial sin favoritismos ni padrinazgos ideológicos. No podía hacerlo, pues pasó más de tres décadas parasitando, a través del Consejo de Ayuda Mutua Económico (CAME), a la URSS y sus satélites socialistas en Europa del Este, sin aprovechar la multimillonaria ayuda anual para desarrollar la industria y la economía nacional.

Estrategia errada vs pretextos ideológicos

Cuestionable es también la efectividad del embargo. En seis décadas solamente ha conseguido atrincherar al régimen en un discurso engañoso y propagandístico que sigue actualmente confundiendo al mundo: es culpa del «bloqueo yanqui” la debacle económica, la inmensa y ya impagable deuda financiera internacional, y la depauperación en todos los órdenes a nivel nacional, que coloca a Cuba hoy como una de las naciones más pobres de América Latina y del mundo, según organismos internacionales. La culpabilidad del bloqueo es una tesis desmentida en los hechos durante el gobierno de Barack Obama, ya que su política de acercamiento y sus numerosas aperturas financieras, económicas y comerciales fueron desaprovechadas casi en su totalidad por Raúl Castro, quien insistió en considerar a Estados Unidos como enemigo aun cuando, cara a cara, Obama aseguró lo contrario, demostrándolo además con hechos concretos.

Más allá de los daños reales que el embargo ha provocado a Cuba, hay preguntas que el gobierno de Fidel primero, de Raúl después y hoy de Díaz-Canel, debería responder a los analistas internacionales y a gran parte de los cubanos en la isla y el exilio que insisten en hablar del «bloqueo interno” como verdadero responsable del paupérrimo estado económico, financiero y social de la isla.

La pregunta referida al pasado sería: ¿Por qué Cuba no se desarrolló si, además de subsidios y ayudas en productos alimenticios y médicos, durante casi tres décadas recibió anualmente 13 millones de toneladas de petróleo, y entre 1960 y 1990 fue beneficiado con 53 mil millones de dólares en créditos blandos? Y la pregunta del presente es: ¿por qué se sigue culpando de todo al bloqueo, sin aclarar qué hace el gobierno cubano con los más de 4 mil millones de dólares de remesas anuales, los más de 3 mil millones de dólares que ingresa gracias al turismo cada año y los cerca de 11 mil millones de dólares anuales por la contratación de personal médico cubano a otras naciones del mundo?

El panorama es muy claro: el gobierno cubano se atrinchera en su fracasada ideología que culpa a Washington de todos los males y Estados Unidos repite que las únicas condiciones para eliminar totalmente el embargo es la liberación de los presos políticos, el permiso de existencia de prensa libre y elecciones libres y multipartidistas en Cuba, condiciones democráticas que los gobernantes cubanos jamás han aceptado. En el medio de ese absurdo debate y de todas la manipulaciones políticas e ideológicas derivadas, por desgracia, hace ya sesenta años hay una sola víctima: el pueblo cubano. (dz)

warriorolls
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