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La piel seca es la consecuencia de una escasa actividad de las glándulas sebáceas, lo que provoca una falta de hidratación que favorece la aparición temprana de arrugas y líneas de expresión. Es una piel muy fina, con los poros cerrados, poca elasticidad y apariencia de tirantez que tiende a la descamación, el enrojecimiento y las irritaciones.
Las características de la piel dependen de diversos factores, y en el caso de la piel seca, además de un componente constitucional inherente a la persona, influyen la edad (al envejecer se reduce la secreción sebácea), la alteración de los niveles hormonales y los agentes ambientales y externos que pueden modificar el estado cutáneo.
Tanto el exceso de calor como el frío intenso afectan a este tipo de piel reduciendo el factor natural de hidratación. Asimismo, una exposición solar excesiva también incrementa la sequedad disminuyendo la protección de la barrera cutánea y el uso continuado de jabones y detergentes favorece, igualmente, la pérdida de lípidos, lo que empeora los signos de sequedad.
Cuidados de la piel seca
Una piel seca necesita, más que ninguna otra, hidratación. Beber agua es la principal forma de hidratarse. Procura beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día.
La alimentación es también fundamental para mantener la correcta hidratación de la piel. Una dieta pobre en grasas empeora los signos de sequedad cutánea. Apuesta por una alimentación sana y equilibrada.
El tabaco es uno de los principales enemigos de la piel, especialmente de la piel seca. Acelera el envejecimiento, resta luminosidad al rostro y favorece la deshidratación y la descamación cutánea. Si fumas, ésta es una razón más para dejar el hábito.
Evita la exposición solar prolongada y, cuando tomes el sol, hazlo siempre con moderación y con filtros solares adecuados a tu tipo de piel.
Utiliza jabones suaves y sin alcohol y evita los tónicos faciales astringentes. Para desmaquillarte, emplea productos que respeten el equilibrio fisiológico de la piel.