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¿Te has pasado tomando el sol este verano? Aunque cada vez existen más campañas de concienciación para protegernos de la excesiva radiación solar, al final de los meses de verano notamos sus consecuencias en la piel. Los efectos más comunes suelen ser la flacidez, las pequeñas arrugas y una deshidratación que provoca que, tras el bronceado, la piel se vea apagada.
El exceso de exposición solar suele provocar la aparición de manchas en la piel. Éstas se clasificarían a su vez en dos grandes grupos. Uno de ellos es el de los melasmas, generados por causas hormonales. Ocurren en un porcentaje altísimo de mujeres, bien por el embarazo, por el uso de anticonceptivos o por el ciclo normal de la mujer. Desaparecen con la menopausia. El otro tipo de manchas es el de los léntigos, que suelen aparecer por acumulación de exposición solar a lo largo de toda la vida, tanto en hombres como en mujeres. Pueden ir aumentando de tamaño con los años.
Si bien la piel se renueva cada siete días, hay determinados hábitos que nos pueden ayudar a paliar las consecuencias de la sobreexposición solar. Uno de ellos es la exfoliación, para eliminar células muertas y renovar la piel. Los peelings llevados a cabo por un dermatólogo pueden estimular, por ejemplo, la producción de colágeno, para una piel “más tersa y firme”.
La otra rutina diaria, y quizá la más importante, es la hidratación. Una formulación óptima debe incluir una buena composición de agua y aceite. Entre los ingredientes que deben tener los productos para restaurar su equilibrio están: las sustancias de acción higroscópica, que retienen el agua, como la glicerina; las oclusivas, que impiden su evaporación; y otras sustancias activas, como el ácido hialurónico.
Además, las formulaciones suelen incluir ingredientes con diferentes propiedades, como la manteca de karité, que hidrata, o la caléndula, que calma. Otro muy común en la letra pequeña es la vitamina C. Tiene efecto antioxidante, un poco anti manchas y aporta luminosidad.
