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Hoy en día los niños y jóvenes son los primeros que están padeciendo enfermedades ocasionadas al encierro que se ha generado con la llegada de la pandemia desde el año pasado. Ni la guardería, ni la escuela, ni la reuniones con amigos, ni los deportes, ni la música han logrado combatir las consecuencias de las medidas para frenar el estilo de vida desde que llegó el coronavirus al mundo.
«Los problemas se han trasladado totalmente al estrés psicológico. Los trastornos de ansiedad, de concentración o del sueño han aumentado de forma masiva en los últimos meses», afirman los médicos. En Alemania, por ejemplo, desde mediados de diciembre del año pasado se aplican restricciones más estrictas. En muchos estados federados, las escuelas y los jardines de infancia están cerrados. Tampoco están permitidas las actividades de ocio, como los deportes de equipo.
Lo que escucha de sus cientos de colegas en el área de la salud es preocupante: «Problemas de comportamiento, retraso en el desarrollo del habla, muchos niños también han engordado mucho. Consumo masivo de medios de comunicación. Y los padres que no vienen con los niños a las revisiones médicas preventivas». Una encuesta realizada a 347 psicoterapeutas también lo confirmó.
«Para los más pequeños, el coronavirus ya es parte de la normalidad»
Según Ulla Baumgärtner-Schmäing, quien ha trabajado para la Asociación Alemana de Protección Infantil durante 18 años, «si los padres están ansiosos por el coronavirus, esto tiene un impacto directo en los niños». La pedagoga social cuenta el caso de una madre cuyo hijo menor no quiso ir a la guardería por miedo al coronavirus. «Luego resultó que era la madre quien tenía un miedo terrible al virus. Algo que el niño notaba y le transmitía miedo».
La educadora supervisa un lugar de encuentro entre padres e hijos en Bonn, al que actualmente asisten 20 niños, la mayoría menores de tres años. Los niños pequeños solo saben que el mundo entero lleva una mascarilla, que no se pueden juntar con todos los niños al mismo tiempo y que hay que lavarse las manos continuamente.
Al parecer, es precisamente por eso que estas niñas y niños soportan mejor la crisis que, por ejemplo, sus hermanos mayores, que a menudo miran a Baumgärtner-Schmäing con ojos tristes: «Los más pequeños incluso integran la situación actual cuando juegan, las muñecas y los osos de peluche también reciben una mascarilla. Para ellos, el coronavirus es ya, en cierto modo, algo normal».